lunes, 15 de febrero de 2016

La noche que tocaron los Stones

La cuerda estaba focalizada. Tenían su debut oficial dentro de unos días y por primera vez se estaban tomando las cosas en serio. El nivel venía mejorando ensayo a ensayo y por primera vez habían establecido su recorrido oficial partiendo de Rostand, su nueva casa.
Como todos los lunes, empezaban a llegar con sus tambores al hombro mientras los tempraneros se encargaban de prender el fuego. Con el saludo cordial las charlas ya se dirigían a los preparativos de su debut. Mientras se templaban las lonjas se discutían los últimos detalles de la presentación.
Una vez formados, salieron a ritmo lento por Rostand, la cual se encontraba más transcurrida de lo habitual ya que Mick, Keith, Ronnie y Charlie ya estaban alojados en el hotel Sofitel. La gente circundaba los alrededores con la expectativa de poder vislumbrar a alguno de sus ídolos detrás de una ventana.
Mientras caminaban, se le acercó un hombre de vaqueros negros y capucha sin llamar mucho la atención. Las noches veraniegas pueden ser frescas. Los siguió unos metros mientras el jefe alertaba a la cuerda que se venía el nuevo corte.
A la cuenta de ‘un,dos, tré, cuá’ comenzaron los juegos entre el repique y los pianos, mientras los chicos esperaban sigilosos. Luego de la señal final del repique, la cuerda se lanzó con todas sus armas a un ritmo poderoso y violento. Lo ejecutaron a la perfección.
El hombre encapuchado levantó las manos y exclamó emocionado por lo ocurrido a la misma vez que se le salía la capucha.
Los rostros de los tocadores giraron lentamente hacia la izquierda y quedaron uno a uno atónitos al reconocer el hombre detrás de la capucha.
Algún chico se cruzó frente a tal impresión, pero Mick les hizo una seña con las manos que no dijieran nada y que continuaran tocando.
Luego del trastabilleo de los instantes iniciales el jefe indicó que el momento era ahora. Estaban tocando de locales frente a nada menos que el líder de los Rolling Stones. Él británico aullaba de emoción mientras los pianos subían el tempo hasta el máximo que la cuerda podía aguantar.
Un repique se descolgó el tambor y en lenguaje de señas le indicó a Mick que lo agarrara.
Con una calma que solo años de escenario pueden brindar se colgó en tambor y comenzó a tocar con su enorme sonrisa. La emoción fue tal que se generó un grito de gol que sobrepasó los tambores.
Luego de unos instantes, se descolgó el tambor, les lanzó un beso con las dos manos y volvió a encapucharse y salió caminando en dirección al hotel.

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