lunes, 12 de octubre de 2015

Fuego




Humo. El humo nos inspira. Y por tanto el fuego del que brota.
Viéndolo desaparecer, mezclándose con la vasta existencia. Como la vida. 
Empieza con un chispazo, brotando de él una pequeña llama que va haciéndose cada vez más intensa. El mundo desconocido la nutre y ella se torna rápidamente en una hoguera.
A veces entiba, a veces calienta y otras incluso quema. Las brasas concentran vida para el resto de su efímero pasaje.
El fuego se va consumiendo. Brilla de a momentos, cuando encuentra alguna veta de cartón sin quemar. Se aferra a él mientras puede; sabiendo que su luz será breve pero intensa.
          Algún viento amenazará su existencia. Brisas y huracanadas lo azotarán por tiempos. Rachas que vienen heladas y violentas, y otras no tanto, como queriendo acariciar. Estos golpes lo harán crecer, brillar con más fuerza incluso, haciéndolo creer que se le puede ganar la batalla de la eternidad.
Y comenzará a guardarse un poco la energía, a acurrucarse. A brillar más hacia adentro, desde y  hacia sus brasas más profundas. Entiende ahora que no valen la pena las llamaradas fútiles, lanzas de la batalla sin fin.
Conoce el final. Ya lo ha vivido incontables veces. Pero como todo lo vivo, busca agarrarse a la vida con toda su fuerza.
Nostalgiará sus tiempos de brillo y de batalla. De luz blanca y pura. Ahora ya es ámbar, con su corteza que lo arropa pero lo consume desde afuera. Lentamente, más lento que antes mete el pie en el agua fría.
Por un instante lo duda, mas la valentía de todas las experiencias que vivió se muestran para darle el impulso final hacia el vacío oscuro, muerto y eterno a la vez.