domingo, 13 de noviembre de 2016

La taza más cara del mundo

Él babeaba de amor. Esa fase de la relación en que hace poco se conocen y las mariposas revolotean en el aire. Almíbar puro.
Apenas puso pie en el garaje transformado en tiendita de moda se arrepintió en haberle mencionado el tema mientras tomaban un café cerca de ahí. El hermoso precio de la verborragia.
Por supuesto la tienda estaba vacía. Esas tiendas siempre lo están. Las dos jóvenes escuálidas que actuaban como vendedoras saludaron tímidamente.
Se puso a mirar la escasa ropa femenina que colgaba de los percheros. En un instante de racionalidad esbozó un sutil pensamiento:
“Un pedazo de tela no puede salir tan caro. ¿$2950? ¿En qué está pensando esta gente?”…mientras le sonreía amorosamente a lo lejos a su nuevo juguete.
Ella le mostraba un conjunto de una remera rota con un estampado de los Ramones junto a un short repleto de tachas.
“Este mundo definitivamente se fue al carajo…”
Por suerte la atención de la bella señorita fue desviada por el reluciente objeto.
¡Aaahh, me muero!” exclamó. Mirá la taza. ¿No te encanta?

Al él, sinceramente y desde lo más profundo de su ser, se le pasó la vida por delante.
Pero, pero, dentro de todo, era una taza… Vio el negoció y no dudó: Chica contenta, regalo intelectualote, lindo y barato.
“Claro amor, me encanta!”.
Los dos jóvenes efervescentes se acercaron a la caja y pidieron para llevar la reluciente taza.
Mientras la cajera hacía esas cosas que hacen las cajeras, que demoran unos minutos en atenderte mientras estás parado sintiéndote horrible por ser una oveja más de este sistema, se le ocurrió una brillante idea.
“Redoblo la apuesta y la mato” pensó.
-          “Gordi, y si llevamos dos y cada uno tiene una en su casa?” balbuceó mientras a ella le brillaban los ojos.
-          “¡Ay, sos un genio! ¡Te amo!”.
Fue como una escena de una película cursi hollywoodense. Imagínensela desde arriba. La cajera parada del otro lado del mostrador mirando al infinito. Él mirándola a ella, varios centímetros más abajo, pronunciando esas palabras en ese sótano.
Fabuloso, simplemente fabuloso.
-          “Llevamos dos por favor”, le dijo a la cajera con un tono de seguridad que se comía el mundo.
    -          “Muy bien, serían setecientos cuarenta y cinco…por dos…” dijo buscando la calculadora para hacer la multiplicación.
Él, acérrimo frente a los números, la había resuelto hace horas.
“No, no, no, no me puede estar pasando esto” pensaba por lo bajo mientras la sonrisa que esbozaba se le comenzaba a esfumar.
…“Además me encanta el diseño” comentó ella, todavía drogada por la satisfacción de consumir y sin tener la más mínima idea de lo que mil cuatrocientos noventa pesos representan en el magro salario de un trabajador administrativo de media tabla.

Mientras caminaban hasta la puerta él luchaba por mantener la sonrisa mientras su cuerpo, su alma, sus valores y cada uno de sus ideales se le ponían de frente y le sonreían en la cara. Por supuesto le abrió la puerta para que ella pasara, como una caperucita brincando al salir mientras la puerta se cerraba y en el fondo se veía la cajera todavía detrás del mostrador. Cerró los ojos por un instante, expiró suavemente como para calmarse y cruzó la calle.
El 142 venía rápido, y lleno.






miércoles, 13 de julio de 2016

Program Mundanidad

La carta que nunca falta en el mazo de alguien que atina a escribir es la de desarrollar el tema de por qué no ha tenido inspiración suficiente para escribir. La idea básica consiste en armar un nuevo artículo con los porqués y porquenos de la inspiración, los motivos que llevan a uno a escribir y mil vericuetos más para lograr llenar una hoja que se raja de blanca.

Esto es mucho menos que eso.

Esto es simplemente abrazar la falta de inspiración. Hay períodos donde fluye y hay otros donde no vuela ni una mosca. Es como un invierno del cual no se conoce su fin. Todo está quieto, la misma hoja sigue igual de blanca que meses atrás.
Que la musa toque la puerta, la abra y se meta en la cama sola. Nada de salir a buscarla, ni tomar un té al lado de una estufa mientras se escucha el sonido de la lluvia, etc.
Nada de escribir ni componer ni meditar ni cosas raras. Levantarse como cualquier mortal, desayunar las tostadas de siempre, cumplir con las horas en el trabajo y facultad, volver a casa y repetir. Mundanidad.

Program Mundanidad
begin
         while invierno do
          begin
                   repeat
                   begin
                   mundanidad
                   until primavera
                   end;
          end;
end;


sábado, 9 de abril de 2016

La Garra Charrua

Como los tres meses de verano paradisíaco y los nueve restantes de frío, humedad y gris. Como las mil noches de fracaso y esa única de galán. Como las cuentas que tenemos que hacer con nuestro equipo de fútbol de preferencia para clasificar a la Libertadores. Como las veces que un trámite público lleva menos que toda una mañana. Como no podía ser de otra manera, las olas en Uruguay siguen el mismo patrón de todo lo uruguayo. Es como si el océano por estas latitudes se hubieran contagiado de nuestra idiosincrasia.

Por ese sueño de estar unos segundos parado sobre el agua deslizándose a través del vasto océano el uruguayo está dispuesto a sobreponerse a mucho. Mucho.
Existe una página web donde uno pone cualquier punto del planeta que tenga costa y esta le presenta las condiciones del mar. Esta página se llama WindGuru.
Es utilizada mundialmente por amantes de la vela, la pesca y también, surfistas para conseguir el pronóstico de olas de los días siguientes.
Ojalá fuera tan fácil…
Para los que no conocen tal portal el mejor ejemplo sería compararlo con llegar a un clásico veinte minutos antes de empezar y conseguir el mejor spot de la tribuna.
Pero el uruguayo confía, cree, tiene cábalas y apuesta a que algún Dios lo va a apuntar y todo se va a dar modo anillo al dedo. Y esa es la famosa ‘garra charrua’. El decepcionarse una y otra vez y seguir saliendo un sábado de invierno a las seis de la mañana con el auto cargado de tablas para hacer 200 kilómetros en busca de la ola perfecta.
Avalado por el pronóstico de Windguru el uruguayo recorre la costa de punta a punta mientras los que hacen esos pronósticos en quien sabe que parte del mundo se revuelcan de risa.
Si simplemente hubiera una oficina para ir a reclamarle los miles de pesos de nafta, las horas de sueño hipotecadas y los malabares que tuviste que hacer para poder escaparte y encontrarte frente al más chato de los mares.

Parte del problema es también que la recompensa es muy alta. Tan alta que si por uno de esos milagros realmente se dan las condiciones predicadas por el portal web, ese día va a ser recordado por meses. Incluso años tal vez.
La perfección de encontrarse con un pico desierto en condiciones perfectas (valga la redundancia) con la complicidad de unos pocos amigos cercanos es tan excitante que todo lo vale.
Es como una droga, de las fuertes.


Y tal es el vicio que conlleva que semana a semana grupos de amigos hacen malabares en el trabajo, piden certificados médicos truchos, faltan a facultad, se pierden el cumpleaños de la suegra (con sus respectivas implicancias) y se gastan la guita ahorrada para cambiar la heladera que gotea para salir a buscar ese sueño de olas perfectas.
No importa la época del año ni el clima ni los pingüinos en el agua ni nada.
Al fin y al cabo, ¿qué es más importante? Si la ola misma o las horas y días de planificación, de añoración y deseo, de diálogos con amigos para estudiar el pronóstico, de la pasada a buscar cuando todavía es de noche, del mate en la ruta vacía y prometedora y la intriga del viaje.

Por un sueño una persona puede hacer cosas inimaginables.

Gracias Windguru por todo lo que nos das.

lunes, 15 de febrero de 2016

La noche que tocaron los Stones

La cuerda estaba focalizada. Tenían su debut oficial dentro de unos días y por primera vez se estaban tomando las cosas en serio. El nivel venía mejorando ensayo a ensayo y por primera vez habían establecido su recorrido oficial partiendo de Rostand, su nueva casa.
Como todos los lunes, empezaban a llegar con sus tambores al hombro mientras los tempraneros se encargaban de prender el fuego. Con el saludo cordial las charlas ya se dirigían a los preparativos de su debut. Mientras se templaban las lonjas se discutían los últimos detalles de la presentación.
Una vez formados, salieron a ritmo lento por Rostand, la cual se encontraba más transcurrida de lo habitual ya que Mick, Keith, Ronnie y Charlie ya estaban alojados en el hotel Sofitel. La gente circundaba los alrededores con la expectativa de poder vislumbrar a alguno de sus ídolos detrás de una ventana.
Mientras caminaban, se le acercó un hombre de vaqueros negros y capucha sin llamar mucho la atención. Las noches veraniegas pueden ser frescas. Los siguió unos metros mientras el jefe alertaba a la cuerda que se venía el nuevo corte.
A la cuenta de ‘un,dos, tré, cuá’ comenzaron los juegos entre el repique y los pianos, mientras los chicos esperaban sigilosos. Luego de la señal final del repique, la cuerda se lanzó con todas sus armas a un ritmo poderoso y violento. Lo ejecutaron a la perfección.
El hombre encapuchado levantó las manos y exclamó emocionado por lo ocurrido a la misma vez que se le salía la capucha.
Los rostros de los tocadores giraron lentamente hacia la izquierda y quedaron uno a uno atónitos al reconocer el hombre detrás de la capucha.
Algún chico se cruzó frente a tal impresión, pero Mick les hizo una seña con las manos que no dijieran nada y que continuaran tocando.
Luego del trastabilleo de los instantes iniciales el jefe indicó que el momento era ahora. Estaban tocando de locales frente a nada menos que el líder de los Rolling Stones. Él británico aullaba de emoción mientras los pianos subían el tempo hasta el máximo que la cuerda podía aguantar.
Un repique se descolgó el tambor y en lenguaje de señas le indicó a Mick que lo agarrara.
Con una calma que solo años de escenario pueden brindar se colgó en tambor y comenzó a tocar con su enorme sonrisa. La emoción fue tal que se generó un grito de gol que sobrepasó los tambores.
Luego de unos instantes, se descolgó el tambor, les lanzó un beso con las dos manos y volvió a encapucharse y salió caminando en dirección al hotel.