miércoles, 16 de diciembre de 2015

Aquel Abrazo - Rada, Ossie y Aquella Cuerda Fló

Llegué temprano. Había que llevar los tambores y la grilla de artistas era prometedora por lo que entré apenas abrieron las puertas. El calor era sofocante. Se podía palpar la impaciencia. Miraba la grilla de artistas y trataba de hacerme un plan mental de los shows que tenía que ver. 



Rada
El primero que me había agendado era Once tiros. Cuando me dirigía al escenario revisé el flyer y me percaté que Rada tocaba a la misma hora. "Un show de Rada no puede ser malo..." me dije a mi mismo cambiando de dirección hacia aquel escenario.
Acertada decisión. Rada salió al escenario con actitud de artista internacional consagrado, con una banda que reunía a los mejores músicos de este país y entendí que Rada por algo es Rada. Con un show de un profesionalismo musical que pocas veces tuve la oportunidad de apreciar, sumado a su personalidad característica no dejó una sola alma sin bailar. 

El Espíritu del Ossie
El colectivo Nostoros Estamos, conformado por Sebastián Teysera, Pedro Dalton, Guzmán Mendaro y Juan Casanova entre otros tentó al diablo. 
Una hora antes un amigo me mandaba fotos del diluvio que caía en la ciudad de Durazno y lo único que puede pensar fue que esa tormenta se dirigía para otro lado. La fiesta era demasiado grande para que llueva. Grande no solo por el despliegue escénico sino que por todo lo que estaba por suceder. Teníamos un día espectacular para disfrutar de la música y una noche aún más prometedora.
Después de la primera canción, Juan Casanova dedicó el show a la memoria Oscar 'Ossie'  Garbuyo, cantante y lider de Bufón, banda emblemática del rock uruguayo. Todos los integrantes del Colectivo eran amigos cercanos de Ossie. 

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Me di vuelta y vi una nube blanca, bien blanca, con forma de anillo que avanzaba ferozmente y separaba el cielo veraniego de la oscuridad de la tormenta que avecinaba.
Un par de temas después Pedro Dalton subió a cantar 'Llueve', un tema del último disco de Bufón, con el Enano a la batería. Un tema pesado, que cuenta las peripecias de un diluvio montevideano con toda la ironía de las letras del Ossie. Durante el transcurso de la canción, lo que habían sido unas pocas gotas se transformó en el diluvio más fuerte que recibió Montevideo en mucho tiempo. Dalton con su voz ronca cantaba "Llueve, llueve, llueve, llueve puta madre como llueve" simulando una danza de la lluvia y la banda se tiraba con toda su fuerza al estribillo mientras los que no entendían lo que estaba realmente sucediendo corrían a buscar resguardo. 
La ovación fue impresionante. La lluvia caía cada vez con más fuerza y la banda, desconcertada todavía luego de lo sucedido, buscaba respuestas si podían seguir tocando o debían parar. 
Camela Sapin ozó a decir por el micrófono "esto es solo lluvia" y como si fuera mandada de los cielos, una ráfaga de viento fresco golpeó a los presentes desde el sureste. 
Las telas del escenario comenzaron a volar y la banda tuvo que bajarse del escenario.

El Ramirez
Completamente empapado y atónito por lo sucedido me dediqué a disfrutar de las gotas que refrescaban el aire después de una tarde de más de 30 grados en la ciudad. Caminé tranquilo hasta el escenario de Chivipizza y me encontré con amigos que estaban bajo la lluvia completamente desconcertados. Su banda debía tocar en un par de horas y en sus caras caían las gotas llevándose consigo semanas de ensayos, preparativos y peripecias. 
Luego de pasar rato bajo la lluvia intensa que no aflojaba vimos que el Ramirez (un ómnibus Mercedes de los setentas transformado en hogar sobre ruedas) había sacado su toldo y proveía resguardo a un puñado de personas. Fuimos hasta ahí y nos quedamos parados entre toda esa gente que no decía nada. No había nada para decir. No podía estar lloviendo de esa manera cuando la fiesta llegaba a su mejor momento. 


Pasó un buen rato en que seguía llegando gente ensopada buscando un techo. Los toldos se llenaban de agua y los relámpagos iluminaban el cielo de cuando en vez. La fiesta estaba completamente a oscuras y un éxodo de gente caminaba hacia las puertas con cara de resignación. El silencio era incómodo, hasta doloroso. Un iluminado recordó que abajo del autobús estaban guardados los tambores de La Cuerda Fló. 
Sacaron un par de tambores y empezó a sonar una batea que intentaba ponerle pecho a lo amargo del desenlace de la noche. 
El toldo del Ramirez le daba la espalda a la fiesta, por lo que no me percaté que en ese momento, el único resguardo contra la lluvia y la única fuente de música que había en todo el predio de la fiesta era debajo de ese toldo. La organización había 'bajado la general' del evento. Poco a poco se fue juntando gente, y más gente, y más gente hasta que todo aquello pasó de ser una espera a que pare de llover a una verdadera fiesta. Los tambores no paraban de sonar y la gente ya no buscaba estar bajo el toldo, sino que bailaba a su son sin control. La lluvia perdió la cabeza y pasó a segundo lugar. 

Al percatarse que la cantidad de gente que había desbordaba el rincón donde el Ramirez estaba estacionado, con la fiesta en pleno auge, se decidió que la cuerda salía a la calle, y se llevaba consigo la fiesta. Un sendero de tambores caminaba hacia la rambla con un mar de gente que los seguía. 
Se armaron las filas y salió zumbando a paso lento hacia la salida. La gente bailaba sin parar a su alrededor. La música no la iba a apagar ni la lluvia ni el viento ni nadie. 


La Cuerda Fló se puso la fiesta al hombro y la llevó lentamente y gozando hasta la salida. Llevaban tocando horas sin parar pero el silencio no era una opción. Siguieron tocando hasta el cansancio, poniéndole el moño a una fiesta increíble que parecía herida de muerte pero que el Rey Tambor se encargó de revivir.


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