El cuerpo agotado; la mente
nublada por las pocas horas de sueño,
el sol que aún esquiva sus responsabilidades,
la serpiente de autos que todavía duerme.
Me sumerjo en la música intentando focalizar. Lo logro.
Lloro.
La gente de la madrugada es particular.
Lo único constante en este pueblo es el maldito sureste.
Ese viento que viene de ningún lado.
Mercenario viento.
Las mentes generando la carne para el festín de psicólogos del día siguiente.
El guarda me queda debiendo un peso. Es temprano alega.
Es temprano.
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