La banda la
demoraba. La demoraba todo lo que podía para que el público se ponga a tono con
lo que se venía. Y por suerte la espera les salió a la perfección. En el momento
crítico en el cual se te pasa por la mente que ya tendría que haber empezado el
show, cuando te nace el uruguayo criticón de adentro, el Slow con sus mil y un
integrantes comenzó lentamente a subir al escenario.
La base rítmica arrancó con un funky interminable en el cual se iban sumando las guitarras, los vientos, las teclas y las voces femeninas. Sonaba a la perfección. El olor dulzón intenso se colaba por los poros de cada uno de los presentes y los cuerpos comenzaban a sacudirse el frío al son de la música.
La base rítmica arrancó con un funky interminable en el cual se iban sumando las guitarras, los vientos, las teclas y las voces femeninas. Sonaba a la perfección. El olor dulzón intenso se colaba por los poros de cada uno de los presentes y los cuerpos comenzaban a sacudirse el frío al son de la música.
Luego de
varios minutos de entrar en calor con este viaje funketero, comenzaba el show
formalmente.
Podrían
haber empezado con una canción bien para arriba, de esas que no fallan para dar
el puntapié inicial a un concierto. Receta infalible para bandas dedicadas a
brindar una fiesta.
Pero no fue
así. Los Slow Burnin dejaron en claro que tienen raíces bien sembradas en el
reggae de verdad y comenzaron con Satta Massaganna. Reggae roots contundente
con silencios marcados y vientos hipnóticos. Primero lo primero y la fiesta
debía esperar.
En
contraste con la música, la voz principal se escuchaba francamente mal, pero el
sonido era un mero detalle cuando hay un lider que dirige a la banda de forma
tan natural. La voz de Fossemalle es el nexo que une a esa cantidad de músicos,
y junto a los coros generaban un frente de batalla infalible.
Las voces
femeninas son un tema aparte. La potencia de la voz de la Loki junto a la
sutileza de la voz de Belén se conjugan para ser un almíbar sonoro que
acompañan al cantante a la perfección. Los bajos, si bien contundentes como una
patada directa al pecho, sonaban fuertes pero como dentro de una caja de
zapatos. Detalles que son casi obligación para un concierto en un lugar
improvisado, y que le dan ese que se yo
al sonido de bandas emergentes. Si el sonido fuera perfecto, no sería
verdadero.
El teclado,
manejado a la perfección (así como un tecladista de sesión) por Raquet, con su
inmutable sonrisa y la facilidad con que sus manos golpean las teclas le dan un
colchón en el cual la banda se puede recostar tranquilamente.
El Garma maneja el blues a la perfección, y lo incorpora en los detalles a las bases de la guitarra reggae.
A
continuación, casi para darle el gusto a este último, siguieron con una versión
reggae de Johnny Be Good que tocan desde sus inicios. Ahora sí la fiesta había
comenzado. El público dejaba de lado sus rostros de piedra usuales y se
entregaban a la música.
Es
inevitable mencionar la cantidad de público femenino que había presente. Los
pelos rubios y lacios inundaban la pista y vibraban al son del reggae.
En ese ir y
venir que tienen entre ser una banda puramente reggae a una banda de música
fiestera colgada, siguieron con Black Woman. Un tema profundo en el que la Loki
se destaca y muestra una pequeña fracción de su enorme virtuosismo vocal.
Cada uno de
nuestros corazones estaba conectado con ellos. El vaivén de energía era
constante y directo. Esa sensación intangible que dura lo que dura un atardecer
y en la mayoría de los casos se esfuma a medida que las bandas crecen y
“maduran”.
Ya desde el
comienzo, se hacía entrever el talento de Nane. No por su virtuosismo, sino por
el movimiento de su pie. La imagen de ese wah subiendo y bajando con una
sutileza que de verdad pudiera haber hecho llorar a un niño. Junto con el
sonido latoso de su telecaster, se sentían como latigazos en el tímpano que
elevaban el sonido de la banda a otra dimensión.
Siguieron
con la única composición propia del show: Burnin Style. Con melodía dulzona y estribillo
pegadizo, se nota que les genera ya cierto rechazo si bien el público la
disfruta a pleno.
Luego de
una Rebel Music muy bien ejecutada, vino el turno de No No No. La entrega fue
total. La fiesta entraba en un trance profundo y el bajo marcaba al unísono la
conversación entre la banda y su público. Los vientos sonaban aceitados y esta
canción les daba cancha libre para arengar al público con un riff hipnótico y
contundente. El público respondía en coro a cada nota y se generaban pequeños
pogos de la emoción que generaba la banda.
Volviendo a
las raíces, Fossemalle se encargó de dirigir Zimbawe, el cual se nota que fue
elegido por él mismo ya que el reggae roots, con letras profundas es lo que
mejor cuaja con su voz y su estilo.
Ya en la
recta final del show sonó una versión funky bien fiestera de Bend Down Low,
mostrando como pueden hacer una fiesta de un tema tranquilo.
De la misma
manera y para cerrar la fecha, se embarcaron en un Mr. Bobby en un formato
calmo para luego explotarla en versión ska. El público en este punto ya era una
multitud bailante y descontrolada, al igual que los músicos unos metros más
lejos.
En fin,
este show fue un show para la historia, así como el que dieron en el callejón
el año pasado, cuando los planetas se alinean y la banda y su público pasan a
ser uno. Esos conciertos que los fanáticos de distintas bandas de culto sueñan
con haber presenciado, como por ejemplo los de los Doors en el Whisky a Go Go,
con un Morrison cantando de espaldas al público.
Nuevamente
debo recalcar la entrega de este gran grupo de amigos, que se nota que
disfrutan a pleno cada vez que se juntan a tocar.
Muy bueno, excelente redaccion y mejor fiesta!
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