martes, 10 de marzo de 2015

Welcome to Burnin Style - Kite Center 28/06/2014



Comenzaron los Matahari, estos franceses con pinta de nada que le pegan de frente al dub en formato vinilo de una manera impresionante. Armaron el ambiente correcto para lo que se venía. El Kite se ponía interesante y el calor humano le ganaba por goleada al frío del invierno montevideano. La venganza de la eliminación frente a Colombia. El humo de marihuana comenzaba a llenar todos los rincones de la carpa.
La banda la demoraba. La demoraba todo lo que podía para que el público se ponga a tono con lo que se venía. Y por suerte la espera  les salió a la perfección. En el momento crítico en el cual se te pasa por la mente que ya tendría que haber empezado el show, cuando te nace el uruguayo criticón de adentro, el Slow con sus mil y un integrantes comenzó lentamente a subir al escenario.



La base rítmica arrancó con un funky interminable en el cual se iban sumando las guitarras, los vientos, las teclas y las voces femeninas. Sonaba a la perfección. El olor dulzón intenso se colaba por los poros de cada uno de los presentes y los cuerpos comenzaban a sacudirse el frío al son de la música.
Luego de varios minutos de entrar en calor con este viaje funketero, comenzaba el show formalmente.
Podrían haber empezado con una canción bien para arriba, de esas que no fallan para dar el puntapié inicial a un concierto. Receta infalible para bandas dedicadas a brindar una fiesta.
Pero no fue así. Los Slow Burnin dejaron en claro que tienen raíces bien sembradas en el reggae de verdad y comenzaron con Satta Massaganna. Reggae roots contundente con silencios marcados y vientos hipnóticos. Primero lo primero y la fiesta debía esperar.
En contraste con la música, la voz principal se escuchaba francamente mal, pero el sonido era un mero detalle cuando hay un lider que dirige a la banda de forma tan natural. La voz de Fossemalle es el nexo que une a esa cantidad de músicos, y junto a los coros generaban un frente de batalla infalible.
Las voces femeninas son un tema aparte. La potencia de la voz de la Loki junto a la sutileza de la voz de Belén se conjugan para ser un almíbar sonoro que acompañan al cantante a la perfección. Los bajos, si bien contundentes como una patada directa al pecho, sonaban fuertes pero como dentro de una caja de zapatos. Detalles que son casi obligación para un concierto en un lugar improvisado, y que le dan ese que se yo al sonido de bandas emergentes. Si el sonido fuera perfecto, no sería verdadero.
El teclado, manejado a la perfección (así como un tecladista de sesión) por Raquet, con su inmutable sonrisa y la facilidad con que sus manos golpean las teclas le dan un colchón en el cual la banda se puede recostar tranquilamente.
El Garma maneja el blues a la perfección, y lo incorpora en los detalles a las bases de la guitarra reggae.
A continuación, casi para darle el gusto a este último, siguieron con una versión reggae de Johnny Be Good que tocan desde sus inicios. Ahora sí la fiesta había comenzado. El público dejaba de lado sus rostros de piedra usuales y se entregaban a la música.
Es inevitable mencionar la cantidad de público femenino que había presente. Los pelos rubios y lacios inundaban la pista y vibraban al son del reggae.

En ese ir y venir que tienen entre ser una banda puramente reggae a una banda de música fiestera colgada, siguieron con Black Woman. Un tema profundo en el que la Loki se destaca y muestra una pequeña fracción de su enorme virtuosismo vocal.
Cada uno de nuestros corazones estaba conectado con ellos. El vaivén de energía era constante y directo. Esa sensación intangible que dura lo que dura un atardecer y en la mayoría de los casos se esfuma a medida que las bandas crecen y “maduran”.
Ya desde el comienzo, se hacía entrever el talento de Nane. No por su virtuosismo, sino por el movimiento de su pie. La imagen de ese wah subiendo y bajando con una sutileza que de verdad pudiera haber hecho llorar a un niño. Junto con el sonido latoso de su telecaster, se sentían como latigazos en el tímpano que elevaban el sonido de la banda a otra dimensión.
Siguieron con la única composición propia del show: Burnin Style. Con melodía dulzona y estribillo pegadizo, se nota que les genera ya cierto rechazo si bien el público la disfruta a pleno.
Luego de una Rebel Music muy bien ejecutada, vino el turno de No No No. La entrega fue total. La fiesta entraba en un trance profundo y el bajo marcaba al unísono la conversación entre la banda y su público. Los vientos sonaban aceitados y esta canción les daba cancha libre para arengar al público con un riff hipnótico y contundente. El público respondía en coro a cada nota y se generaban pequeños pogos de la emoción que generaba la banda.

Volviendo a las raíces, Fossemalle se encargó de dirigir Zimbawe, el cual se nota que fue elegido por él mismo ya que el reggae roots, con letras profundas es lo que mejor cuaja con su voz y su estilo.
Ya en la recta final del show sonó una versión funky bien fiestera de Bend Down Low, mostrando como pueden hacer una fiesta de un tema tranquilo.
De la misma manera y para cerrar la fecha, se embarcaron en un Mr. Bobby en un formato calmo para luego explotarla en versión ska. El público en este punto ya era una multitud bailante y descontrolada, al igual que los músicos unos metros más lejos.

En fin, este show fue un show para la historia, así como el que dieron en el callejón el año pasado, cuando los planetas se alinean y la banda y su público pasan a ser uno. Esos conciertos que los fanáticos de distintas bandas de culto sueñan con haber presenciado, como por ejemplo los de los Doors en el Whisky a Go Go, con un Morrison cantando de espaldas al público.
Nuevamente debo recalcar la entrega de este gran grupo de amigos, que se nota que disfrutan a pleno cada vez que se juntan a tocar.

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