lunes, 16 de noviembre de 2015

Blanco


Cuando todo es blanco. Y sin colores para pintar. Todo blanco y una eterna paz que molesta, ahoga. Y las ganas de sacudirse como un perro secándose en el medio de todo. Las gotas de mil colores distintos impregnando el lienzo entero.
Pero no están. El viento hace que las hojas blancas pasen rápidamente. Un libro al viento. Cada una más blanca que la anterior.
Desobediente tranquilidad. Blanco. Ausencia de todo.
Un balde con blanco a la merced de una tormenta que se avecina. Intentado esquivar las coloridas gotas que caerán de las nubes llenas de vida. Intentando evadir lo evidente. Los truenos le avisan.
Una sola gota teñiría toda la blancura para la eternidad. La pureza que dejó de ser. La angustia de enfrentarse a la realidad, a ser un mulato más.
La lenta aceptación del mundo imperfecto. ¿Dónde quedó aquella blanca paz?
La gota densa, roja, maciza y llena de pasión que se hundió en las blancas profundidades para cambiarlo todo. Para cambiarlo todo.

La angustia que lentamente va transformándose hacia la ligera convexidad. En la levedad del día a día. Y andanzas vendrán, más gotas de distintos colores irán transformando aquel blanco en una masa indescriptible. Una mezcla impresentable e intentando lucir sus mejores colores, aquellos que ahora lo enorgullecen en la superficie. Pero esa masa ya impresentable sabe, sabe con certeza, que por el resto de sus días y más nostalgiará sus blancos. Aquel blanco.